sábado, 27 de mayo de 2006

Entre Los Angeles y Denver

No he podido escribir en el último tiempo. Cierta dósis de tristeza, más cierta dósis de pereza...pero ahora, un intento. Hice un viaje a USA, partí como alma en pena, igual volví con el lomo trizado, pero la novedad, la sorpresa, la risa que escacea pero nunca falta me recargaron las pilas. En capítulos breves para no latearlos, les voy a ir contando... y me atrevo a repetirles, que la realidad supera muchas veces a la fantasía, sólo es cuestión de mirar...

Hace algunos días tomé un avión desde los Angeles (USA) a Denver. Perdí la conección inicial gracias al atraso de seis horas del vuelo LAN que me llevó desde Santiago, asiesque me tuve que ir en el último vuelo de Amercan Airlains que cubría el tramo.
En la puerta del avión, la azfata. Una gringa un poco chascona, que apenas me vió entrar me dijo algo así como "aquí si que viene una con cara de carrete", y antes que yo pudiera balbucear respuesta me hizo sentar y me dijo: "siéntete como en tu casa y descansa, estás un poquito pálida sweety pie " (algo así como amorcito).
Siguieron entrando pasajeros. Una niña con banda y corona de reina de belleza, para la que la azafata pidió un aplauso. Un poco más atrás en la cola, otra niña detrás de un gran ramo de flores, que más que flores parecían hortalizas, y, que nos vamos enterando gracias a la elocuencia y los decibeles de la azafata, son por la graduación de high school de su portadora. Segunda petición de aplauso. Otro poco más atrás, una niña en jeans y zapatillas, cargando un forro plástico enorme que contenía, a su vez, un enorme vestido de novia. Aquí la azfata no pudo más. "que cuando te casas, que a que hora, que señores, esta niñita se casa, asiesque vamos a desearle lo mejor, (we wish you a merry Christmas), ahora si que un doble aplauso"!!! y todos... vamos aplaudiendo, y ella (la novia) con la cabeza como guinda, haciendo una reverencia.
Yo quedé sentada en primera fila, asiesque vi cuando entró el African American (o sea, el negro) rozando el techo del avión. Le tocó el asiento del medio de la corrida de asientos al lado de la mia. Se sentó como quien se pone un zapato con calzador, porque era un negro enorme. Cabeza redonda como bola, cuello del grosor de una columna dórica, (aunque corto) tórax y hombros de Charles Atlas, poto de mochila y la sonrisa de un niño regalón. La azafata lo acomodó como pudo, mientras yo pensaba que ese era el hermano macetado del Shaquille O`neill (el jugador de basquetball) y que O`neill podía ser pariente de la azafata, porque a ella también se le iba un poquito un ojo, lo que la hacía más atractiva todavía, porque parecía que no estaba ni aqúí ni alllá definitivamente, y que como a mi también parece que me baila un ojo, entonces somos todos parientes. Mientras yo divagaba acerca del ovario único que siguiendo la línea matena puede rastrearse hasta el Africa, y que termina emparentándonos con la mona Chita, la azafata empezó a lesear al negro con: "a ver que soprpresa nos trae la vida, a quien voy a tener que acomodar al lado tuyo....ah, pero si este señor nos viene de perilla, seguro que trae el premiado." Efectivamente, un gordo colorado tenía el asiento del lado. Los de las filas cercanas que pudimos apreciar la escena, nos retorcíamos. El colorado era igual de maceta que el negro, sólo que más viejo y más transpirón, pero, gracias a Dios, con el mismo sentido del humor. Parecían siameses, la familia Benetton, pegados hombro con hombro, pierna con pierna. Lo mejor fue cuando el gringo colorado, después de varias contorsiones, logró sacar un libro, al mismo tiempo que el negro trató de comerse un plátano. Y no piensen que estoy usando simbología racista, es la pura verdad, el colorado quería leer y el negro comerse su plátano. La azafata estaba frenética de placer con el espectáculo, y los animaba a leer o a comer por turnos. Pegado al asiento de la ventana viajaba un viejo flaco, que optó por pegar la frente al vidrio y hacer como que volaba en primera. A la escena del plátano, del libro, de la Miss Simpatía con banda y corona, de la graduada y de la novia, se sumó la segunda azafata, que apareció derepente en toda su humanidad. Una negra gigante, de unos 60 años, gorda hermosa y triste, que a la hora del despegue, se sentó en su asiento, y se SACÓ LOS ZAPATOS! Le dolían los pies, a la pobrecita, y en la jaula de las locas que era ese avión, ya daba lo mismo. Sáqueselos nomás, señora, estamos para servirla. Que vuelo, ese no era un avión a propulsión a chorro, como decíamos cuando chicas. Avión a propulsión a simpatía, a humor , a desempaquete. Me acordaba de las azafatas de Lan, compuestitas con sus moños y sus tacos y sus boquitas de carmín y sus caritas de lata y miraba a estas dos mujeres casi vejas, aporreadas, con juanetes, orquídeas maravillosas que despertaron en los pasajeros esa porción de humor que teníamos esperando detrás de la oreja, y no nos dieron maní, ni Cocacola, ni whisky on de rocks. Ni siquiera aguita nos dieron, porque eso no se estila en los vuelos locales.