viernes, 10 de agosto de 2007

HISTORIAS

Mi suegra nació en Alemania en 1927. Tenía doce años cuando empezó la Segunda Guerra Mundial y 18 cuando terminó.
Vivió el final de su infancia y toda su adolescencia bajo el reinado de Hitler, en una Alemania que transitó de la euforia a la derrota hasta terminar desangrada.
A sus ochenta años, es de los pocos testigos de la Segunda Guerra que siguen vivos. Y no es cualquier testigo. La señora es un personaje. Aunque casi no sale de su casa, y ya sólo la conoce un puñado de la gente de su pueblo, créanme, lo convencional en ella desaparece en cuanto se larga a hablar. No he conocido un ser más complejo, ni un mejor relato. Salta de un acontecimiento a otro, intercala, interpela, se pregunta, se responde, gotea resentimiento, saca conclusiones, se emociona y se avergüenza, pero igual se justifica. Del horror a la gloria con la naturalidad de quien vive en la comunión de los extremos. Será que lo que vivió en su juventud, le clavó como una estaca la convicción de que la línea que separa lo bueno de lo malo, el triunfo de la derrota, es frágil y difusa, y que las ilusiones no son más que eso, ilusiones.
Le gusta contar las pequeñas historias de su pueblo en esos días de guerra. A veces cuenta de sus aventuras en la Alemania nazi, a ratos, con el candor de la niña que era entonces, a otros, con la mirada de una anciana…….
Imposible reproducir sus cuentos. Lo que sigue es un pálido intento. Su único mérito es el de narrar hechos que acontecieron de verdad, con la mirada de quien fue a la vez protagonista y testigo de una de las épocas más tremendas en la historia de los hombres.


……“Fue durante el frío invierno del 44.
La gente no tenía que comer. Ni comida ni esperanza.
Nosotros teníamos muy poco, pero no pasamos hambre, porque mi abuela Grete nos mandaba comida del campo. Los campesinos, que en esa época todavía acarreaban agua del pozo, se convirtieron en los reyes en esos tiempos de hambruna. Se decía que tenían los establos alfombrados con alfombras persas y que las gallinas comían en fuentes de plata.
La gente de la ciudad partía con lo que tenía, su porcelana, sus cristales, sus joyas, para cambiarlos por comida. Yo misma cambié un saco de papas que me regaló mi abuela, por un violín.
El hombre me entregó el violín sin ninguna ceremonia, todavía lo tengo, le habrá dolido, pienso yo, pero quizás no, porque cuando hay hambre, sabes, el ser humano vuelve a lo esencial. A las cosas se les esfuma su valor, se reducen a algo absurdo…es la dictadura de las tripas.

Llegó febrero, blanco de nieve, con un viento despiadado, que nos hacía acordarnos con horror de nuestros soldados en el frente ruso.
Nosotras, seguras de estar haciendo un aporte a la “patria”, deshacíamos nuestros chalecos y tejíamos calcetines. ¡Que ridiculez!, como si un calcetín, alguna vez, hubiera salvado la vida de un soldado.

Uno de esos días, la Tante Erna, la hermana de mi mamá que vivía con nosotros, partió donde la abuela a buscar un chanchito.
Era un viaje largo, parte del camino en tren, y parte a pie. Después de varias horas llegó muerta de frío a la casa de la abuela, y no se alcanzó ni a calentar cuando tuvo que partir de nuevo, esta vez arriba de una carreta y con el chanchito prisionero en un saco. Llegó a la estación corriendo con el chancho al hombro, y de un solo salto se subió al tren de los mineros. Los mineros no iban a la guerra, alguien tenía que sacar el carbón.
El chanchito ni chistó durante el viaje, pero para mí que igual metió ruido, y los mineros simplemente no denunciaron. Más de alguno habrá tenido su propio animalito escondido debajo de la escalera.
En ese tiempo había que registrar los animales de granja ante las autoridades de abastecimiento, pero nadie lo hacía, aún a riesgo de irse preso, porque inmediatamente te cortaban las estampillas de racionamiento y salías perdiendo.

La Tante Erna llegó en mitad de la noche a la estación. Mi papá estaba esperando con un carretón de mano, subieron al chanchito, caminaron tres horas y de madrugada llegaron a la casa. Ahí lo acomodamos en el subterráneo, al lado de una cabra que teníamos escondida.

Nos denunciaron, por supuesto, y yo se quien fue: esa bruja colorina, todavía vive la vieja de porquería, tiene como 100 años y va a haber que matarla a palos, y los palos se los pegaría yo, si no fuera que también estoy tan vieja. El cuento es que llegó el inspector, nosotros aterrados, por supuesto, entró al subterráneo, miró para el techo y dijo: no veo ni huelo nada! ¡imagínate!

Cuando llegó el minuto de matar al chanchito, mandamos a llamar a mi tío Hans que llegó hacha en mano. Abrimos de par en par las ventanas, y mi hermana la Gertrud se sentó al piano, tan tatata tan, nadie jamás ha aporreado más fuerte el concierto Nr 5 de Beethoven, a duo con los gritos del pobre chancho.

Lo que pasa es que las cuatro hermanas Stadtfeld éramos músicas. Tocábamos pésimo, pero por lo menos tocábamos. Por eso, porque rasqueteábamos el violín y el chello, nos reclutaron y partimos a Polonia con la orquesta de la “asociación de niñas alemanas”.
Eso fue el año 42, cuando todos estábamos seguros de que Alemania ganaba la Guerra. Ibamos felices, a pesar de la angustia de nuestros padres. ¡¡¿Te das cuenta?, ¡¡las cuatro hijas!! , las cuatro con nuestros violines y nuestras trenzas rubias, que eran algo así como un pasaporte ario, para que andamos con cuentos.

Tocábamos para los soldados y para los alemanes polacos. Nuestros escoltas eran soldados de la SS, que no nos dejaban ni a luz ni a sombra.

Y ahora vine lo terrible: dormíamos en casas de judíos. Casas que estaban completas, con sus cuadros, con sus muebles, con la ropa colgada en los roperos. Eran casas de fantasmas, a las que se les había arrancado la vida, eran casas casas de judíos. Nos acostábamos entre sus sábanas, apoyábamos nuestras cabezas en sus cojines y sentíamos su olor. Sin querer nos apoderamos de la intimidad de esas personas, que me imagino, nunca más volvieron a su hogar. Fue algo espantoso, y al día siguiente, a seguir cantando, coronadas con flores y con cintas, sobre una carreta adornada con arcos de madreselvas y jazmines.

Fue ahí que los vimos. Venían avanzando en procesión, hombres viejos, mujeres ancianas, madres con sus hijos al pecho. Era una caravana interminable, iban a pie, o en camiones, apretados, peor que ganado que va al matadero. De repente, y hasta el día de hoy me persigue, mis ojos se toparon con los ojos de un viejo. Iba sentado en el borde de un camión, demacrado, balanceando sus piernas flacas. Me maldice, pensé... ¡este hombre tiene que maldecirme!
Y ahí ves tú, esa es la prueba de que no existen ni bendiciones ni maldiciones. Yo viví mi vida lo mejor que puede y llegué a vieja, mientras el pobre hombre fue muerto, su familia fue asesinada, probablemente sus amigos, su pueblo entero.

Por una descoordinación,- cosa que te prometo pasaba poco, porque en esa época, a pesar de la guerra, funcionaban los trenes con horario riguroso, funcionaba el correo, funcionaba casi todo- nos llevaron a la estación para trasladarnos a un pueblo cercano. Llegamos al mismo tiempo que subían a un grupo de judíos a un vagón de carga.
Los iban contando y chequeando,uno por uno, lista en mano. No se para que los contaban tanto, si después los empuaron arriba de un vagón sin ventanas, cerraron la puerta por fuera, y la sellaron con plomo y un soplete.

Las cuatro hermanas nos tomamos de las manos para darnos fuerzas. Ya habíamos comprendido que esas personas iban a la muerte, (.....esos niños...esos niños...)
pero no podíamos llorar frente a los soldados de la SS, habría sido una muestra de debilidad imperdonable.

Y ahí tienes, ni la Annelise, ni la Gertrud, ni la Gretel, y menos yo, hemos llorado de pena en nuestras vidas. Penas hemos tenido, y muchas, pero nos avergüenza el llanto, casi lo despreciamos. En mi larga existencia he llorado sólo un par de veces, y esas veces, he llorado de rabia.

miércoles, 27 de junio de 2007

EL PARTE



Hay cosas muy divertidas.....

Ayer me pararon los pacos. Venía feliz hablando por teléfono, mientras manejaba por la norte sur para tomar la costanera norte. Sin manos libres, porque el mío chicharrea, así nomás, cool, manubrio con la izquierda y celular en la derecha. Me pillaron justo.
Un policía apuntó derecho a mi auto, con un brazo indiscutible, como un harpón. Con el otro brazo me hizo señas de tirarme a la berma. En fin.
Se acercó al auto y me pidió los documentos. Yo sabía que mi carnet de chofer, como se decía antes, y licencia de conducir como se dice ahora, estaba vencido. Sabía, porque ya me habían parado antes, oportunidad en la que no sabía, cosa que el carabinero de entonces percibió y procedió a premiar con un buen reto pero sin parte.

Esta vez no pasó. Doble falta, además, con el carnet vencido desde enero del 2006!
En el tema del teléfono, me dijo que no necesitaba seguir sentada encima, porque mi infracción era manifiesta. Fue un poco indigno.
Ni siquiera alegué, me quedé sentada esperando los trámites de rigor. El cuento es que la cosa empezó a demorar, y a demorar y a demorar... Está bien que a uno
le saquen un parte, pero si se lo van a sacar, que se lo saquen rápido.

Impaciente, me bajé del auto y me acerqué (timidamente) a la pareja de uniformados. La escena era como de los tres-dos-chiflados. El del brazo de harpón estaba colorado tratando de injectarle aire al lápiz. Lo soplaba, lo sobaba, (por la puta)... se turnaban el lápiz, hacían grietas en la parte de atrás del block de los partes, nada. Entre la bulla de las carretera concesionadas y el casco, ni me habían sentido (por la puta, hwn, lápiz cchsm).

Tuve que salir yo al rescate: "oficial (!!), ¿le presto un lápiz?"
"va a disculpar, señorita, es que a veces nos mandan con un solo lápiz, y no falta la mala pata..."
era tan divertido, además, a mi qué me han dicho, había que seguir la fiesta..,
"el único problema es que este lápiz también está medio malo, bota unos manchones de tinta, o sea,yo se como escribir con él, pero a Usted le va a manchar el parte, asi es que mejor lo escribo yo"

Y aquí estoy, con mi propio parte escrito de mi puño y letra, citándome yo misma
al juzgado de Policía Local de Independencia por "conducir vehículo con licencia de control vencida (entre los dos me iban dictando) del 19 del 01 del 2006".
La infracción del teléfono la negociamos por la paleteada del lápiz, nos dimos la mano, y todos felices.

martes, 27 de marzo de 2007

ESPERANDO.......

Dicen que para hacer tortillas hay que romper huevos. Cierto, aunque nadie garantiza que la tortilla quede buena. Además de los huevos, se necesitan otros ingredientes que deben estar dispuestos al momento de hacer la mezcla. De puro huevo quebrado, no salen tortillas, salen huevos revueltos, o fritos.
En Santiago, río revuelto, y parece que estamos fritos.

El Transantiago es una tortilla improvisada. Estaban las buenas ideas y las buenas intenciones, pero faltó "de todo".
De partida faltaron buses. Además fallaron los recorridos, faltaron los paraderos, falló el sistema de cobro... y probablemente eso que ahora no se me ocurre, también falló .
Se rompió con un sistema malo, intentando implementar algo bueno, que quedó peor.

Ayer llovía a cántaros, y los usuarios del Transantiago buscaban cobijo bajo techos imaginarios.
Aquí no estamos hablando de techos imaginarios para el "hombre imaginario" del poema de Nicanor Parra. Estamos hablando de pobres santiaguinos de carne y hueso, empapados como pollos, imaginando un techo, pero sin más cobijo que el mismo cielo que los mojaba. Algunos se tapaban la cabeza con cucuruchos de papel, fabricados de la primera plana de "La Segunda", que anunciaba que el PIB se duplicó en los últimos tres años (!!!)

¿Paraderos sin techo? ¡ Peor!, con las vigas puestas pero sin la cubierta. Eso significa que alguien imaginó techar los paraderos... sólo que no se hizo. No cuesta mucho imaginar las explicaciones, pero esta vez, por favor no!, no las den, sólo agravarían la falta. No estamos hablando de nanotecnología, estamos hablando de un par de latas.

Tuve acceso a un borrador de libro (que ojalá se publique) escrito por Fernando Prieto y Sergio Spoerer, del que cito:

"En alguna parte de nuestra historia, empezamos a privilegiar las ideas más de la cuenta. Hoy, el que dice algo inteligente, ya queda como quien hizo su aporte. No se le exige un compromiso con la factibilidad de la idea, ni mucho menos con su ejecución. Se ha ido generalizando la convicción que la idea, una vez expresada, ya es una realidad"..."A mayor cobertura de la idea, más real se nos hace. La ejecución de un proyecto ya es cosa añeja y no le interesa a nadie..."
Más adelante señala "A nivel privado y público se ha ido perdiendo el gusto por el sentido del logro, materializado en completar exitosamente un proyecto"

¿Qué pasó? ...¿Cuándo se perdió la brújula? Veníamos tan bien, embalados con las nuevas carreteras, con los puentes, con los puertos...hubo logro, y mucho.
¿Qué cambió? plata no falta, con el cobre a 3 dólares la libra, ideas sobran...entonces...?

Me preocupa profundamente. No vaya a ser cosa que lo que "natura non da, Salamanca non presta", y que nuestros equipos de gobierno no se la puedan.
A la luz del caos del Transantiago, queda la impresión que falta entender que las transformaciones son sistémicas, es decir, un mundo de relaciones y repercusiones encadenadas. La falta de prolijidad en su concepción, en su diseño, en el proceso de planificación y en la ejecución, se retroalimentan, y tienen consecuencias que llegan a permear hasta la intimidad de sus usuarios. Las dos horas menos que están durmiendo cada noche, parte de quienes usan el transporte público, ha puesto de cabeza su vida laboral, su vida familiar, la salud del cuerpo, la salud mental y finalmente la salud del alma. Los pasajeros del Transantiago parecen almas en pena.

Por eso impresiona la docibilidad con la que tres millones de personas esperan y esperan.
En Francia, donde se agarran a peñascazos porque un inspector pretende amonestar a un ilegal que viaja a la mala, el numerito del Transantiago habría detonado la Revolución Francesa sg XXI. Con seguridad le habría costado la cabeza a más de un-una (paridad de géneo) prócer.
Nuestra María Antonieta se está librando por puntos, pero quien sabe...no vaya a ser que la cosa pase de castaño a oscuro. Basta que salgan denuevo los pinguinos a la calle y .... Por eso, urge devolver la dignidad a tantos compatriotas a la deriva del Transantiago. El aire se corta con tijera, mientras quienes deciden caminan sobre espejos trizados. Siguen contemplándose desde los fragmentos de sus rencillas, acusándose mutuamente de tener tejado de vidrio, mientras quienes esperan la micro, sueñan con un techo para el paradero. Si lo ponemos en feo, están sentados sobre un barril de pólvora y nos tienen a todos sentados en su falda.
No sé cuales son las medidas a implementar, probablemente no hay mucha posibilidad de maniobra en el corto plazo y la gente va a tener que seguir esperando. Lo que sí se, es que la palabra "gente" fue vaciada de contenido.
Es imperioso rescatar la confianza y la esperanza con la que fue premiada la Presidenta de Chile. Para reencantar y devolver la "alegría" que alguna vez fue, ella deberá seguir imaginando un país mejor, sin olvidarse que eso pasa por implementar soluciones para la gente de vedad, que no es imaginaria y que existe más allá del "imaginario" de los creativos de las campañas. La gente de Chile, son personas de cuerpo y alma.

martes, 20 de marzo de 2007

ENCUENTRO EN LO ALTO



El domingo bajé de un encuentro en lo alto de la montaña. Todavía tengo algo anclado en el cerro. No creo haber recibido nunca tantos abrazos, tantas palabras generosas...si hasta hubo personas que rezaron por mi, es decir, me pusieron en la intimidad de sus corazones para pedir que pasaran cosas buenas conmigo.

Si dijera que ese jueves en la tarde llegué como alma en pena, no sería cierto. Peor, llegué como "algo" en pena, sin saber dónde laceraba lo que me estaba penando. Fueron esas penurias sin nombre las que me hicieron subir el cerro, a pesar de que "yo no soy mujer de fe".

Fue la intuición de un nuevo recorrido, porque yo nunca había ido a un retiro, no había experimentado el camino del silencio ni del recogimiento Menos aún el de la conversación entre personas que no se conocen y que a poco andar, van captando la escencia del otro.
Para que hablar de oración. ..! Años haciéndole el quite, en una secreta nostalgia.

¿Por qué sería que Pedro Arellano me invitó, sabiendo que no cumplía con los requisitos? Probablemente ni él sabe....pero le agradezco y le vuelvo a agradecer.

No se cuando comenzaron a destaparse los conductos, que se transformaron en canales, y no pude dejar de escribir, de agarrar palabras que andaban asi nomás,dando vueltas, que no eran mías propiamente, pero que se fueron transformando en verso. Y hasta yo me impresioné de la velocidad del lápiz, y del acto temerario que me permitió leerlos, esos pobres versos que siempre terminan en el papelero.
Les transcribo los dos que leí en lo Alto, acordándome que fue
el Verbo,
el primer soplo,
que sólo me acoplo
con mi nombre
al nombre
de las cosas....y así las cosas, resulta que, no se porqué, me siento en paz.




Yo no soy mujer de fe

Yo no soy mujer de fe, pero hago fe
de que a mi Dios se me amanece.
Sino que les parece
que una mujer como yo
con tendencia por el risco, por el filo
se vea levantada en vilo
y depositada en lo armonioso?
¿Cómo no va a ser un Ser
el que me habita
si a diario se marchita
mi implacable tendencia a la pena?
Estoy convertida en niña buena,
a pesar de mis lamentos.
Se que no, que no es mía esta empresa,
mio mio son la pereza,
el desacato, la insolencia,
pero una santa paciencia
me amanece cada día,
ahi siento la porfía
de una mano que no suelta


Otro: Mi Angel y yo

Partimos volando, y a la altura del Maule, ya éramos cóndores de plumas negras.
Podíamos ver como los campos comulgaban de la dulzura de los ríos,
como se bebían sus vidas y sus muertes, como la tierra abría su templo para mostrar el alma.
Todo eso lo veíamos y lo comprendíamos.

Planeamos sobre el inmenso cráter del Antillanca y nos dejamos caer en picada.
Sumergidos en su corazón luminoso, espejo del sol, volamos en anillos de compromiso.
Cada uno fundió su propio corazón, se lo sacó del pecho, y lo puso en juego
Y jugamos mi ángel y yo, a atrapar corazones. Los lanzábamos sobre la Cordillera de Nahuelbuta y los atrapábamos en Temuco, y desde ahí los rebotábamos a Curacautín. y los lanzamos a lo alto, y de tan alto que los lanzamos, se nos perdieron, y partimos como mástiles en su busca, y atravesamos las nubes,
y las germinamos, y llovió pena desde Ancud hasta Santiago.

Ya no le veíamos el alma a la tierra. Le veíamos el hueso a la tierra difunta.
Nos atraparon los vientos de Cordillera, rugían como leones, y sin compasión nos estrellaron contra el Descabezado, y hasta Dios lloró por sus ángeles y su irreverencia.

Así, dando tumbos, llegamos a Parinacota y sangramos relaves.
Asustados volamos a escondernos a un socavón de Lota, ahí donde aún se escuchan los cascos de mulas ciegas. En esa oscuridad, comprendimos, y nos tragamos el dolor como una hostia, yo, pobre Crista traspasada, él, ángel caído.
Ya sin fuerzas salimos a la noche, y abrimos las bocas secas, y miramos al cielo, y vimos como la Vía Láctea descendía gota a gota, y nos bebimos su leche de estrellas, y nos tragamos las luciérnagas que pasaron volando la Parábola del Buen Pastor, y como neones nos miramos y nos vimos,
y nos dimos un abrazo de plumas
y nos coronamos con coronas de adviento
y fuimos mástiles
y atravesamos las nubes
y las germinamos
y llovió polvo de Dios
de Arica a Punta Arenas
y el cielo abrió un portillo
y rápido, rápido
ala con ala,
nos colamos mi condor y yo
y con nosotros....
un montón de cóndores.

jueves, 8 de marzo de 2007

DE TANGOS Y ARCOIRIS

Hace un par de días volví de Buenos Aires.
Mis hijas y yo directo del barrio de Palermo, que les cuento, es como nuestra antigua Ñuñoa antes que se la fuera tragando la picota. A Palermo parece que ya nada lo mata, porque los barrios se salvan cuando los declaran monumento nacional, que no es el caso, o cuando pasa algo inesperado. Y aquí lo inesperado rescató al ladrillo. Palermo es el paríso gay, isla multicolor de hombres enamorados, paseando libres como canarios fugados de la pajarera. Los dependientes de las tiendas son gay, los diseñadores de ropa, la mitad de los clientes, los reataurantes, los cafecitos con enredaderas, los hoteles boutic, todo gay.

Fuimos, no faltaba más, a parar a un precioso hotelito gay, en que nos sirvieron agua mineral y té inglés mientras llenábamos los formularios. Un agrado. Esto, antes de darnos la noticia de que había ocurrido, por treta de duendes, un problemita con la reserva. Por supuesto que había solución, como ocupar el "Apart" del hotel, justo en la vereda del frente. La cosa prometía, probablemente un loft arreglado a todo trapo, cool, medio japonés...asiesque nos decidimos a pasar la tarjeta. Desde ahí la cosa fue en picada. Que Apart ni que ocho cuartos, UN solo cuarto, con colchón de fakir, baño trancado que llenábamos usando el papelero y el cable de la tele sujetado con dos parches curita. Sin citófono ni teléfono y un aire acondicionado como para entumir a la morgue.
En fin, pensamos, hay cosas peores. Igual bonito Palermo, a pesar que tanta finura mató las parrilladas ( por ordaca), y parece que también a los argentinos, que salieron arrancando.

Lo gay del barrio dejó de impresionarnos a la media hora. En realidad era entretenido, y, por lo demás, que vivan los besos, que importa quien los da y quien los recibe. La cuestión es que los dos estén de acuerdo.

La primera noche dormimos bastante mal, pero dormimos. A la segunda,¡¡¡ bang bang bang,!! (una de la mañana).
Tres de la mañana, bang bang bang, lo mismo, acompañado del improperio: "que te mato, travesti chupa..."(algo que aquí no escribo).
Terror detrás de la cortina. Crash, una botella reventada contra el muro de Las Ocupa. Abrazadas haciendo equilibrio en una sola cama, nos dió la madrugada. Como tránsfugas, apenas salió el sol, sacamos discretamente la cabeza al aire, para encontrarnos con el grafiti que nos dejaron de recuerdo. Inmundo, además de injusto, porque nosotras cuatro, ¡¡¡todo natural!!!

Para pasar las penas, partimos en la noche al café Tortoni. El mentado café Tortoni, en que flotan por más de cien años, conversaciones de poetas y pintores, así como hermosos sueños de estudiantes, triturados en la mesa del lado por estrategias de políticos.
En la catacumba del café, el esperado espectáculo de tango. Nosotras, esta vez si que si, agarramos primera mesa. Fue lo mismo que hacerse el harakiri.
Al principio, todo normal. Tres bailarines engominados, bailando sensualmente con tres mujeres que hacían milagros sobre los tacos. Precioso, en realidad.
Después de la "pequeña pausa", al cantante que hacía de maestro de ceremonias, le dió con el consabido: "a ver a ver, ¿de dónde son nuestros ilustres visitantes?"
"de Ostroulia" (Australia) clap clap clap, de Brasiiil (como treinta), de Deutschland...
"y a veeer,-se venía venir- pero si nos faltan estas cuatro chiicas de la primera mesaaa!!!" ¿de dónde son, nenas?" Nosotras despacito:... de chile,.... "pero que no se oye, a ver chicas, más alto, de dónde son:
- nosotras ...¡¡¡ DE CHILE!!!
-"..del país hermaaano, pero que ramilleeeete. "A ver si suben estas cuatro nenas al escenario"
....PÁNICO!!!, situación de alto riesgo! ("mamá, ni amarradas, no se te ocurra, nooo, esto no nos puede estar pasando...")
Canchero, con paso de tango, el tipo se bailó los peldaños del escenario y las emprendió con nosotras a tirones. ¡Todas arriba de la tarima, miércales! y el honorable dale con la cargantería de "quei khan-ten, quei khanten"!!
Por instrucciones del engominado, terminamos las cuatro abrazadas, balanceándonos al compás de ese hermoso tema que dice más o menos así... "si vaaas para Chile, te ruego viajeeero, ....mi amaaaada, es una casiiiitaaa....enclavaaada". Nos faltó hacer la ola, o cantar don Otto y don Federico. Terminado el calvario, mis hijas huyeron en estampida. A mi lo del escenario me quedó gustando. Agarré el micrófono y me canté el Caminito, abrazada a Gardel que me llegaba a la clavícula. ¡¡Saqué aplauso cerrado!!!

Por lo tanto: si van a Buenos Aires, vayan a Palermo. Prepárense para el mundo del arcoíris, no se olviden que este es el siglo XXI, y si van al tango del Tortoni, no se sienten en primera fila, a no ser que les guste cantar!