viernes, 2 de junio de 2006

Cristales

En el viaje a USA que mencioné en el artículo anterior, en algún momento aterricé en Las Vegas.
La versión actualizada de Sodoma y Gomorra, me dejó con la boca abierta. Esa experiencia da para varios post, pero el de ahora, tiene que ver con un anillo...

Los hoteles de las Vegas, son máquinas del dinero. Junto con la selva de tragamonedas, mesas de pocker y ruletas por las que hay que abrirse paso, están las tiendas. Algunas más sofisticadas que otras, pero todas carísimas, y a la espera de que los pocos que lograron sacarle plata al casino, (en un entusiasmo de su esquizofrenia ludovica) la gasten en la euforia del triunfo.
Yo, que no me atrevo a jugar ni al "raspe y gane", prefiero mirar y pasear. Asi, paseando, reparo en la vitrina de una joyería. Que impresión! Cuanto valor detrás de esa vidriera. Junto a un reloj de pulsera enorme, cubierto en diamantes, probablemente concebido para la felicidad de algún jeque árabe, veo un anillo que me llama la atención. Entre tanto revoltijo, destaca por su pureza y sencillez. Un brillante solitario, en un engaste cuadrado. Que ganas de saber cuanto cuesta...
Medio agachada, diviso a la vendedora a través del vidrio.
Ipso facto se me vienen a la cabeza Mary, Peggy, Betty, Julie... las "rubias de New York" de Carlitos Gardel, esas que "dan envidia a las estrellas", sólo que esta rubia está un poco mustia, como la Susana Ximenez.
Estoy que entro y no entro, pero sigo cantando por dentro .."deliciosas muñequitas perfumadas, tengo envidia de sus boquitas pintadas...""...es como un cristal la risa loca de Julie..." listo! esa es la señal, es como un CRISTAL la risa loca de Julie...tengo que entrar, además, estoy en Las Vegas, como no me va a dar para eso el desenfreno!!!
-Sorry, pero...¿ cuánto cuesta ese ring?
-¿That ring?
-si, ese, el cuadradito..
- U$ 350.000
-¿Jauu maach???!!! (¿cua cua cuántooo?)
-threehundert and fifty thousend dollars, (inmutable)
Tal cual, trescientos cincuenta mil dólares americanos, ...con razón era tan bonito...
No, mejor ni me lo muestre, muchas gracias, thank you, thank you.

Salgo igual que al gato que lo echan de la carnicería, pero me quedo pegada con la frente al vidrio de la vitrina. Es que miro el anillo y me pregunto de dónde vendrá esa piedra, quien la talló y la tuvo en sus manos. Cuál de todos los talladores de diamantes, judíos asentados en Flandes por generaciones, la tocó, la pulió, la puso a contraluz para emocionarse con su belleza... y me acuerdo haber leído que el negocio de los diamantes, ese que mueve fortunas en los bolsillos de los abrigos, en que los tratos se cierran con apretones de manos, y en que los talladores de piedras son millonarios, que con sus bucles y sus sombreros negros viven frugalmente comiendo "gefilte fisch", está cambiando de mano. Ya los hilos no los mueven los descendientes de los judíos expulsados de España hace 500 años. Llegaron los hindúes, y como en la bíblica plaga de los saltamontes, lo están devorando todo.
De repente se me ocurre pensar que la piedra puede ser antigua, no en el sentido geológico, ese de la antiguedad de millones de años, sino antigua a escala humana, es decir, de corte antiguo. Y si fuera asi....quien sabe...podría incluso haber estado en las manos de Baruj Spinoza, ese filósofo judío maravilloso, que mientras en la soledad de su taller labraba piedras y cristales, en la Holanda del sg XVII, pensaba en Dios, y era repudiado por judíos y cristianos.
Fue él, Baruj Spinoza, quien hizo brotar de Borges estos versos...

"Las translúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frio
las tardes a las tardes son iguales.
Las manos y el espacio de jacinto
que palidecen en el confín del ghetto,
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo
de los sueños en los sueños de otro espejo
ni el temeroso amor de las doncellas,
libre de la metáfora y el mito
labra un arduo cristal , el Infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.

Y el anillo sigue ahí, como una de las estrellas de Borges o de Gardel, y yo pienso que en otra estrella, una vez, tomé otras manos de un judío en mis manos, que labraron un cristal en mi corazón.

Parezco un chupón pegada a la ventana, me doy cuenta que la Marilyn del mostrador hace vagar la mirada por el valle de las pulseras, después me mira y le tira una mirada en clave al gorila de la puerta: " ojo, mujer sospechosa- cambio"
Mujer sospechosa, a su vez, se da cuenta que mejor apretar, porque para variar está chapoteando en el caldo de cabeza, y CÓMO le va a explicar al guardia que Spinoza y los reyes católicos y la plaga de saltamontes de los pobres (ricos) judíos de Antwerpen en Bélgica!
Mejor seguir mirando y cantando a Gardel, porque ahí la cosa es una fiesta, y...

"las deliciosas muñequitas perfumadas,
dan el brillo de sus boquitas pintadas
frágiles muñecas del olvido y del placer
ríe su alegría, como un cascabel..."

y total.. yo podría ser así y pasarlo bomba!

16 comentarios:

  1. Usted mi amiga,
    tiene la maestria
    de atrapar un instante
    o dos,
    y elaborar un mundo
    de luces, cantos y poesía;
    pero si es estar viéndola
    atrapada por la maravilla traslúcida del diamante,
    hipnotizada por los colores y brillos,
    fantaseando judios talladores,
    en la penumbra de talleres remotos,
    saltando en la geografía y en el tiempo,
    de la misma forma que nuestra fascinante mente y ser,
    es capaz de jugar en fantasías,
    que terminan porqué no,
    en creaciones actuales como las del cirque du Soleil.

    Gracias Andrea por compartir tus instantaneas que me dejan atrapado mirando y disfrutando.

    ResponderBorrar
  2. Los indios de Amberes compran las piedras a esos judíos Hassidic que mantienen intactas sus tradiciones, que visten de negro con grandes sombreros y sus tirabusones bailando a cada lado de la cara como colgando de los pequeños anteojos. Esos indios son los que hoy tallan con gran oficio y perfección las piedras traídas de sudáfrica, para que vuelvan a las hábiles manos de los Hassidic.
    Así, una princesa en Las Vegas puede pegar su mejilla en la vitrina de la tienda esperando que Redford se acerque y cumpla su sueño.
    En caso contrario vuelve a su tierra y nos cuenta una bella historia con maestría e ingenio. Gracias Redford por no haberte aparecido esta vez.

    ResponderBorrar
  3. no sabía que Spinoza labraba cristales y piedras, pero me acordé una vez en una clase de filosofía medieval analizando su Teología tan analítica y deductiva, casi matemática, con axiomas, definiciones, colorarios, escolios, y toda clase de palabras complicadas, Humberto Gianini mira y dice que pese a todo ese edificio mental, el hombre sentía a Dios....
    Su pensamiento lo expresó con la simetría de las piedras preciosas... como serían entonces sus sentimientos...
    saludos...

    ResponderBorrar
  4. "una vez, tomé otras manos de un judío en mis manos, que labraron un cristal en mi corazón", esta frase talló en mis pupilas un fulgor de ternura indescifrable, y Piazzola me acompañó melodioso cuando Gardel y Borges trinaban a dúo su mejor canción. Bloggertalladora, libre de sospechas, abrazos desde el Sur

    ResponderBorrar
  5. "frágiles muñecas del olvido y del placer"...claro, podrías ser así, pero eres la princesa que describe Allemany, la que pega su cara al vidrio y ahí se queda...soñando.
    Igual que a Jorquera, la frase.."en otra estrella, una vez, tuve otras manos de judío en mis manos, las que labraron un cristal en mi corazón", me tocó en lo más profundo.

    ResponderBorrar
  6. Estoy tratando de imaginar la perfección de la piedrecita de U$ 350.000, sus mútiples caras cortadas que concentran la luz en un punto interior, y, que a la vez, descomponen la luz en un caleidoscopio de espectros simultáneos, por ello, creyente, paganos, nobles, y, otros nunca tanto, murieron y mataron... Notable relato nos regalas con tu pluma siempre ágil y certera. Un brazo.

    ResponderBorrar
  7. ¿Cuánto llegaría a costar la gema más preciosa de esa joyería? La más simplecita valía 350 mil dollars e inspiró este relato diamantino.

    Abrazo,

    AAB

    ResponderBorrar
  8. no tengo el gusto de conocer la compradora de diamantes, más a decir por el relato me gustaría ser uno de esos jaques árabes para llevármela junto al diamante.
    Felicidades por el baile de letras y palabras... me haces bailar también a mi.

    ResponderBorrar
  9. hola Andrea, escoge otro bolero...

    ResponderBorrar
  10. Me encantan los brillantes, no asi el oro... jeje
    Sí, me imagino esas miradas sospechosas, era mejor irse, pero por lo menos conociste la suma que costaba... ;)

    Saludos!

    ResponderBorrar
  11. El cristal más lindo de la blogesfera, es tu corazón, Andrea Brandes.
    Quién tuvo tus manos en sus manos manos y las soltó...?
    Yo me convertiría en converso, si con eso lograra tocar tus manos.
    Un bloger replicó a mi petición de que subas tu foto, con la frase del Principito, que lo umportante es invisible a los ojos...es cierto, pero igual...reconsidera.

    ResponderBorrar
  12. muy buen post, me encantó eso de uno latino, mirando esa vidrieras imponentes y el precio de lo exquisito a costa de la naturaleza... gracias por pasar por casa... saludos

    ResponderBorrar
  13. ....gracias por dejar rosas con espinas de acero sobre mi frente, son de todo mi gusto y agrado, al igual que eso que guardas en tu cajón. Tu y yo sabemos que es.
    Un horroroso y sublime beso sobre tus parpado.
    KristianZ.

    ResponderBorrar
  14. Interesante lo que es capaz de generar en ti una piedra pegada a un metal... ¿qué te causa, entonces, una vida o una muerte...?

    Saludos sangrientos

    Blood

    ResponderBorrar
  15. Bella respuesta.

    Saludos sangrientos

    Blood

    ResponderBorrar
  16. me ofrecieron hace hartos años atrás un anillo con una piedra, supongo no tan valiosa como la de tu relato, pero la gracia era que la tienda estaba al lado del taller que las producía, estábamos de viaje, era ritual comprarlos, respondí que no. No supe darle su valor, claro no te había leído

    ResponderBorrar