OJO: La historia, así como los personajes, son puro cuento. Cualquier coincidencia de nombres o situaciones con la vida de sus lectores o de su parentela, es casualidad.
REMEMBER: La Gladis es empleada en una tintorería, y tiene como pasatiempo, llevarse la ropa de las clientas para cerretear el fin de semana. Un sábado "toma prestados" un traje de novia, un "pinguino" y un abrigo de terciopelo. La idea es jugar al matrimonio con la Mabel y el Mauro, sus amigos. En el bolsillo del abrigo aparece una nota de un abuelo, conminando a su nieta -la dueña del abrigo y futura portadora del vestido de novia- a desistirse del matrimonio con el nieto del hombre causante de una tragedia familiar. La Mabel, que se puso el vestido de novia para la pantomima matrimonial, comienza a desvanescerse y cae en trance, al mismo tiempo que el vestido se mancha de sangre a la altura del corazón...
Es el mismo vestido que tiene puesto Adriana, la abuela de la futura novia, 50 años antes, mientras trata de leer una carta que le entrega la empleada. Se la manda Gonzalo Serrano, el hombre al que de verdad quiere, a pesar de estar a un par de horas de casarse con Morandé, su novio oficial.
(para mejor entendimiento de tanto enredo, leer el primer capítulo)
ACTO II
Los gritos de la Adranita se escuchaban a cuatro cuadras. Encerrada en el baño, la pobrecita pateaba la puerta que daba miedo, mientras la señora Lucía me llamaba a gritos:
Fresiaaaa, más fuerte, Fresiaaaaaa, asiesque tú, mujer malagradecida, contrabandeaste la carta! Patitas pa la calle te voy a poner por meterte en lo que no te importa!
Y yo diciéndome...Vieja asquerosa, arma tanto escándalo cuando ya en la mañana me quitó la carta que don Gonzalito me entregó cuando salí a barrer la calle. Lagartija, pensé, eso... parecís lagartija, mientras veía como sacaba la punta de la lengua y leía la carta. Como gata de campo entrecerró los ojos y afiló las garras. Ni me atreví a abrir la boca cuando me dijo:
"ahora le vas a entregar la carta a la Adriana delante mío, pero si se entera que yo ya se de la cartita ésta, te vas a acordar de mi por el resto de tu vida, me entendiste?!
Igual que Judas que delató a nuestro Señor Jesucristo con un beso, yo le puse la carta en su manito a la niña Adriana. Lo que más me dolió fueron sus ojos sorprendidos, ilusionados, que le duraron harto poco, porque en cuanto le pasé la carta, doña Luciá armó la escandalera, con que qué tienes en la mano niñita, con que no andarás denuevo con la tontera, con que Meche empújala al baño y yo viendo como la Adrianita defendía su pedazo de papel, sin poder hacer nada. Le quitaron su carta a tirones y la encerraron.
Don Luis, que había llegado con tanta pelotera, tuvo que leer:
"Adriana
Dile a tu mamá que necesitas descansar.
A las 3 sale por la cocina, junto a la bouganvillia del muro del fondo vas a ver una banqueta. Trépate y sáltalo. Te voy a estar esperando estacionado cerca de la esquina. No lleves nada, tengo todo dispuesto.
Te espero a las tres,
te quiero
Gonzalo
Ahí si que se armó el griterío...¡¡¡¡¡¡¿¿¿¿Qué te dije Lucho????!!!!!! Qué te dije????, Infeliz, la quiere raptar...
-Silencio, mujer! hasta cuando!!! Cómo que raptar, no la escuchas como grita? no te das cuenta, mujer por Dios, que quiere a Serrano? No te das cuenta, en tu ambición, en tu ceguera, que la única enamorada de Morandé eres tú, mijita? Si, Si,...no me vengas con leseras, enmorada de su posición, de su plata, de sus fundos qué se yo! No, no, cállate tu ahora, ya nos hiciste callar a todos, a tu hija, a la pobre Fresia que de puro buena persona entregó la cata, a la Meche, a mi...no te da vergûenza, imponer así tu voluntad? ¿no te da vergùenza y compasión con el pobre pelotas de Morandé que se casa pensando que lo quieren?
-Mire Lucho, no seamos ingenuos...Raimundo Morandé sabe bien que la Adriana está desorientada, pero está seguro que en cuanto se casen...
-Ah, asiesque el huevón de Morandé ¿sabe que existe Serrano? No lo puedo creer... ¿igual se casa? Perdóname, pero hay que ser muy imbécil, muy poco hombre...A ver, Meche, pásame la llave, ¿qué hora es? ah, van a ser las tres, venga mi amor, lávese la cara, sáquese ese vestido de porquería y échese a volar. Lo único que le pido es que pasen donde un cura y se casen como Dios manda.
Partió corriendo desesperada, pasó debajo del parrón, la ví treparse como gatita arriba del tablón, apoyar los brazos y saltar la tapia. Nos quedamos mudos, hasta doña Lucía dejó de maldecir... al acecho, atenta a algo que había estado tramando. Yo ya reventaba sujetando el aire... todavía tenía la ilusión de escuchar el motor del auto, pero fueron pasando los minutos y nada. Por la mierda! dijo Don Luchito, agachó la cabeza y se tapó la cara con las manos. Si en vez de taparse la cara hubiera mirado a su señora, habría visto la sonrisa de gillete en la boca de culebra de esa vieja del demonio!
Nos encontramos a la niña Adriana agazapada contra el tremendo muro, hecha un ovillo llorando solita. Saltó la pobre para encontrarse que no había nadie....y, por supuesto, doña Lucía con "ve mijita la calaña de Serrano? Así honra sus compromisos! menos mal, digo yo, menos mal que todavía estamos a tiempo! "
"Aquí no ha pasado nada!! A lavarse la cara, descansar un poco y vestirse! "
La vieja se salió con la suya. Cerca de las siete Don Lucho y la Adrianita se subieron al Impala y partieron a la Iglesia.
No hubo casamiento más triste, ni vida más triste que la de la niña Adriana.
Fondeada en uno de los fundos de don Raimundo Morandé, se lo llevó suspirando y pariendo niños. Cada guagua era como una venganza del señor contra la señora. Es que ella le hablaba, pero no le hablaba. Como me explico...cuando él le preguntaba, ella le respondía, pero las palabras en su boca eran sonidos sin sentimiento. El le buscó el lado por harto tiempo, hasta que se dió cuenta que nunca iba a penetrar el capullo que la envolvía. Ahí empezó a odiarla. Se puso malo, despectivo, amargado el pobre hombre. ...En eso se lo llevaron por años, la Adrianita ausente, mientras afuera la cosa se ponía cada vez más complicada, y le daba al patrón un motivo más para echar a rodar la rabia.
Don Raimundo iba y venía con el asunto de la escopeta, de que al primero que entre por esa puerta le voy a volar los cocos, que ya no se puede confiar en nadie, son todos unos ladrones, que les das la mano y te toman el codo, que lo que hemos labrado con tanto esfuerzo, que el país está podrido, que la propiedad privada, que los bolcheviques y muchas cosas de esas. Hasta yo me sentía mal, como una pobre intrusa, y eso que se me fué la vida criándole los niños, mientras mi propia guagua me la criaba mi mamá.
Una noche, en el verano, sonaron los campanazos del fundo vecino. Era el aviso, se estaban tomando el campo de los Vicuña. Don Raimundo ni la pensó, agarró la escopeta, se subió a la camioneta y partió como las zumbas. Estaba esperando la camorra, como los toros cuando los sacan de quicio. Nosotras nos quedamos en el comedor, con las niñitas y la señora Adriana, esperando en un aire que se cortaba con tijera.
Derepente pasó algo raro, la Adrianita se animó, se puso nerviosa, atenta como no la había visto en años y empezó a caminar en círculos, como los perros cuando saben que viene el amo. Subió corriendo al baño a soltarse el pelo, bajó a salto los escalones . Cuando abrió la puerta ya se escuchaba el griterío.
Venían unos 40 hombres a pié, con sus picotas, con palos, con palas, otros cuantos a caballo y al final, levantando una polvareda, dos camionetas. Se pararon en choclón frente a la casa, estaban nerviosos. Fuí reconociendo un par de caras, al Morocho, por ejemplo, hijo de Jacinto, inquilino nacido en el fundo igual que yo, que de puro asustado mostraba un palo. También estaba Don Abraham, que a esas alturas arrastraba las patas, pero que siempre fué un relvoltoso de porquería según Don Raimundo. Estaba en primera fila, ahí, poniendo el pecho, aunque, igual que el Morocho, miraba un poco avergonzado y, creo yo, aliviado de no ver al patrón. (El patrón...quien lo mandó a cuidar el corral ajeno y dejar botado el propio...!!!)
Yo, que tiritaba entera, no podía dejar de mirar a la Adrianita. No decía nada, aunque era ella la que tenía que hablar, porque era la patrona. En vez de hablar, le dió por empinarse para mirar sobre la cabeza de esos pobres diablos, igual de mudos que ella, pero harto más asustados. Estaba buscando algo, y ni registró cuando uno de los campesinos le dijo "Señora, con todo respeto..." ....llegó hasta ahí nomás, porque se dió cuenta que ella seguía buscando, y que ni lo veía ni lo escuchaba. Fue en ese segundo cuando mi niña dió un suspiro como un grito, y se tapó la boca con la mano... vimos como salía de la sombra y avanzaba.... 20 años más viejo, 20 años más cansado...el propio don Gonzalo Serrano.
Aunque la Adrianita hace tiempo había pasado los cuarenta, en ese minuto volvió tener veinte años. Con una luz distinta en la cara, caminó el par de pasos que la separaban de Serrano. El la tomó del brazo como si siempre hubiera sido su pertenencia, y sin mirarla todavía, dió dos instrucciones:
¡Rojas!: Lleva a la Fresia con las niñas a la estación y las pones en el tren a Santiago.
¡Catrileo!: incendia la casa y cúidate que no quede nada!
Así los vimos partir, ella caminando sin dar siquiera vuelta la cabeza, como si esa casa, esos hijos, esa vida, hubieran sido algo prestado. El, como si esos pasos ya los hubiera caminado cien veces.
Fué la última vez que los vimos.
Un montón de escombros y tablas quemadas recibieron a Don Raimundo Morandé cuando volvió del campo vecino. Esas horas que estuvo fuera le cambiaron la vida. Ya no tenía casa, no tenía mujer, y lo sacaron a patadas del fundo que había sido de su familia por más de ochenta años.
Se subió como loco a la camioneta y partió a matar a Serrano. Los siguió durante días, ayudado por los dueños de los fundos vecinos. Fue una cacería tremenda, que encarnó todo el odio de esos tiempos. Un domingo, ya casi oscuro, divisaron la camioneta de Serrano. Lo salieron persiguiendo, fueron acortando distancia y lo cercaron como perros a su presa. En esta carrera, algo pasó, la velocidad, un giro mal hecho, una curva mal tomada... la cosa es que el auto voló 60 metros para terminar reventado en el fondo de un barranco, y mi niña Adriana voló con él.
Se habló de la tragedia de los Morandé, de como Gonzalo Serrano, hijo de familia "bien" pero cabecilla de un movimiento revolucionario de izquierda, había secuestrado a la fuerza a la Adrianita por motivos políticos, y que, como sabía que lo iban a matar, decidió desbarrancar el auto.
Con el tiempo se dejó de contar la historia. Los hijos de la niña Adriana vivieron sus vidas, se casaron y tuvieron hijos.
El único que no olvidó fue Don Raimundo Morandé, que se conservó en el escabeche de su propia hiel por muchos años.
(Continúa....)
Vaya vaya, ya lo anunciaba en el capitulo pasado, esto no pintaba demasiado bien en el final, nada de santo aunque se encomendasen a sanblando y cia. ltda. Buscaré claves sociológicas para comprender entre otras cosas: la debacle de los Morandé (que culpa tendria el pobre escabeche, digo yo)y el ánimo revolucionario de los Serrano (prefiero q sean eso a que sus parientes escriban libros). Sorry pero no resisito la pregunta: de qué color sería la bouganvilia, ponte tu?
ResponderBorrarAndrea, yo me puse triste, me acordé de la película "Camila", de una historia verídica, el amor entre una señorita de la alta sociedad argentina y un joven cura, recién llegado a Buenos Aires.
ResponderBorrarSe enamoraron, se escaparon (a la hora de la siesta), los persiguieron y los fusilaron, aún sabiendo que ella esperaba un hijo, allá por el 1847.
Para pasar al pena, te trasnmito un recado de mi padre, te ha leído y quedado fascinado con tus escritos. El escribe hace mucho y lo hace también de una manera muy hermosa ( según yo) jaja.
En realidad no me dió ningún recado, en forma explícita, pero yo leo las mentes y estoy segura de que eso quería.
Un abrazo grande, te había extrañado.
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ResponderBorrarAunque sea una historia inventada, creo que puede haber sido posible en el Chile de los años 50, 60, y comienzos de los 70.
ResponderBorrarPor suerte el país ha cambiado y creo que para bien
Escribes fantástico y sabes mantener el suspenso.
Termínala pronto.
Erik Kuntze
Una catarata de acontecimientos en un fundo de campo chileno. ¡Qué manera de pasar cosas en tu relato, Andrea! Me gustan la acción y el suspenso de esta narración surgida de un vestido de una actual tintorería.
ResponderBorrarAbrazo,
A
Como siempre muy entretenido el cuento, y asombrado de lo bien que cuentas tus cada día. Gracias.
ResponderBorrarAndrea, vine a dejar un saludo y un abrazo muy grande.
ResponderBorrarLa tribu celebra en nuesto día :)
Andrea: ¿ qué haces además de vaciarte en tu blog?
ResponderBorrarEn rueda de amigos se contaba chistes una noche de bohemia.
Conté uno. Al parecer no fue un éxito.
Alguien dijo: " ¿te doy un consejo?"
"Dámelo..."
Dudó un instante y muy seriamente
manifestó: "es preferible que sigas escribiendo, Miguel".
Ya no cuento chistes. Escribo...
cuentos, poemas,relatos... y he caído en la tentación, esta vez de hacer un comentario en tu blog,querida Andrea...
Muy buen relato, continúa pronto para no perder el hilo.
ResponderBorrarPor favor publica más seguido...
siempre me dan ganas de leerte!
Andreita:
ResponderBorrarme ha encantado tu cuento en tres etapas.Como solo van dos, espero el final con curiosidad.-Te felicito, eres capaz de mantener el suspenso y las ganas de seguir leyendote aunque tengamos que esperarte un poco.-
Mutto
arrrrrrrrrrrr!
ResponderBorrargracias andreita por visitar mi blog de ilustraciones,y claro,me resulta interesante lo q me cuentas de los 100 años de ilustracion en Chile!Si hay un enlace referido a tal acontecimiento,con gusto postearé en mi blog!
Saludos,arrrrrrrrrrrrr!Y por cierto,qé bueno q tengas blog,pues así nosotros los bloggeros,podemos deleitarnos con tu talento literario!
Saludos desde Perú!
arrrrrrrrrrrr!